Texto extraído del Diario de la ocupación, jueves 15 de septiembre del 2016, sobre sonidos mutantes, el proyecto previo a la creación del Centro de Arte Sonoro, CASo, en la CNB Contemporánea, Riobamba 985, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
SONIDOS MUTANTES-PRE CASo |
Se
abre la puerta del ascensor en el tercer piso y una pintada en la pared
nos anuncia: “Sonidos mutantes”. Debajo, acompaña una pila de chatarra
tecnológica compuesta de PCs en desuso, monitores, antiguos teléfonos de
disco, celulares ya vetustos y alguna laptop de esas que usaban Windows
98.
Al
circular, se hace notorio que aquí no se trata de una sala ocupada:
todo el piso fue tomado. La pregunta es: ¿por quién? O, ¿por quiénes?
El
espacio parece estar armándose. Hay un living y allí, sobre un mueble
antiguo, una radio Classic y un tocadiscos. La escena nos transporta a
los años 60 y 70; sin embargo, algunos detalles marcan que aquí no hay
una reproducción de época. Una de las paredes está llena de marcos, pero
sin imágenes, y en otro muro hay fotos de mujeres que parecen estar
realizando labores cotidianas. Pero no. Pues allí donde había costura o
tablas de lavar, se sobreescriben, en colores furiosos, sintetizadores o
computadoras. En otro sector, vitrinas que no exhiben obras, sino
instrumentos, pedales y circuitos; cables que cuelgan del techo, una
mesa de trabajo armada con restos, baúles de transporte y stencils en
cada una de las paredes.
Se
acerca Matías y, frente a un proyector y con parlantes de audio, se
pone a reproducir desde la PC sonidos y ruidos. Luego, los corta,
alarga, edita, los convierte en otra cosa. Sonidos mutantes. ¿Es él,
entonces, quien tomó el espacio? Sí, responde. Se llama Matías Lennie y
es, a la vez, trabajador del área técnica de la CNB y ocupa. Pero
además, aquí pone en cruce otro de sus proyectos: “Este espacio está
vinculado con un colectivo, RedPanal, que es una comunidad para componer
música a través de internet. Ahí la gente se suma y en vez de subir una
canción terminada, sube un sonido, un ruido, luz, cosas y cualquier
persona de la comunidad puede tomarlos y remixarlos de diferentes
formas”, dice.
Música,
comunidad de internet, remix. Ahora comienzan a cobrar sentido algunas
de las preguntas graffiteadas en otro de los muros: “¿El plagio es
necesario? ¿Compartir es delito? ¿Los derechos de autor son el salario
del creador?”. Derechos de autor, atribuciones, software libre, el
plagio, reciclaje tecnológico, comercialización de la música, pero
también autoría y modos de composición son algunos de los temas que se
ponen en discusión en el espacio; a partir de películas, de las charlas
que habrá y en los textos que se encuentran en el living (desde “El
autor como productor”, de Walter Benjamin, hasta “Aportes para una
historia de la música”, de Raúl Minsburg), pero, fundamentalmente,
trabajando sobre las propias formas de producción de sonido que el
espacio propone. En las diferentes tecnologías y sus usos también hay
reflexiones conceptuales y posturas.
Mientras
que en una improvisada sala con una alfombra y sillones se proyectan
películas de código abierto o bajo licencias Creative Commons como
“RiP!: A Remix Manifesto” (“Revolution OS” y “Steal This Film” siguen en
la lista de reproducción), dice Matías:
“Todo
el espacio tiene la lógica de remixar el sonido, de reciclar, lo cual
plantea dos cosas: por un lado, lo de reciclar en general como lógica, y
por otro, el debate (más conceptual) sobre el cuestionamiento del
derecho de autor, quién es el autor, qué es la música, qué se está
componiendo, de qué forma, Si agarrás un sonido de un golpe y lo
estirás, y ya no se reconoce el sonido original, si lo proceso de tal
forma que ya la fuente es imposible de escuchar, ¿dónde está el autor?
¿qué es música y qué no lo es?”.
Cae
la tarde y más personas se suman al espacio. Los ocupas se multiplican.
Algunos se presentan como trabajadores del área educativa de la CNB;
están armando, sobre otra pared, una historia de la música
electroacústica. Línea de tiempo, tiempo mutante. Otros, vienen con
cables, cuadernos y elementos raros; toman la mesa de trabajo y el
auditorio. ¿Qué hacen acá? “Venimos a hacer un taller de ruidismo
acústico con Alan Courtis”, dice una chica; “nosotros estamos
construyendo sintetizadores con Manuel Osorio”, dicen otros dos
visitantes. Maga, también trabajadora de la CNB y parte del “squad” del
tercer piso dibuja, en una de las paredes, el circuito de un
sintetizador para que cualquiera que se acerque pueda animarse a
construir su dispositivo. Mañana, dicen, vendrán músicos y
desarrolladores tecnológicos para experimentar con códigos y ruidos. Los
espacios del tercer piso se pueblan de sonidos acústicos y
electrónicos, de voces y de comunidades.
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