martes, junio 06, 2017

Sonidos Mutantes/pre CASo

Texto extraído del Diario de la ocupación, jueves 15 de septiembre del 2016, sobre sonidos mutantes, el proyecto previo a la creación del Centro de Arte Sonoro, CASo, en la CNB Contemporánea, Riobamba 985, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
SONIDOS MUTANTES-PRE CASo

Se abre la puerta del ascensor en el tercer piso y una pintada en la pared nos anuncia: “Sonidos mutantes”. Debajo, acompaña una pila de chatarra tecnológica compuesta de PCs en desuso, monitores, antiguos teléfonos de disco, celulares ya vetustos y alguna laptop de esas que usaban Windows 98.
Al circular, se hace notorio que aquí no se trata de una sala ocupada: todo el piso fue tomado. La pregunta es: ¿por quién? O, ¿por quiénes?
El espacio parece estar armándose. Hay un living y allí, sobre un mueble antiguo, una radio Classic y un tocadiscos. La escena nos transporta a los años 60 y 70; sin embargo, algunos detalles marcan que aquí no hay una reproducción de época. Una de las paredes está llena de marcos, pero sin imágenes, y en otro muro hay fotos de mujeres que parecen estar realizando labores cotidianas. Pero no. Pues allí donde había costura o tablas de lavar, se sobreescriben, en colores furiosos, sintetizadores o computadoras. En otro sector, vitrinas que no exhiben obras, sino instrumentos, pedales y circuitos; cables que cuelgan del techo, una mesa de trabajo armada con restos, baúles de transporte y stencils en cada una de las paredes.
Se acerca Matías y, frente a un proyector y con parlantes de audio, se pone a reproducir desde la PC sonidos y ruidos. Luego, los corta, alarga, edita, los convierte en otra cosa. Sonidos mutantes. ¿Es él, entonces, quien tomó el espacio? Sí, responde. Se llama Matías Lennie y es, a la vez, trabajador del área técnica de la CNB y ocupa. Pero además, aquí pone en cruce otro de sus proyectos: “Este espacio está vinculado con un colectivo, RedPanal, que es una comunidad para componer música a través de internet. Ahí la gente se suma y en vez de subir una canción terminada, sube un sonido, un ruido, luz, cosas y cualquier persona de la comunidad puede tomarlos y remixarlos de diferentes formas”, dice.
Música, comunidad de internet, remix. Ahora comienzan a cobrar sentido algunas de las preguntas graffiteadas en otro de los muros: “¿El plagio es necesario? ¿Compartir es delito? ¿Los derechos de autor son el salario del creador?”. Derechos de autor, atribuciones, software libre, el plagio, reciclaje tecnológico, comercialización de la música, pero también autoría y modos de composición son algunos de los temas que se ponen en discusión en el espacio; a partir de películas, de las charlas que habrá y en los textos que se encuentran en el living (desde “El autor como productor”, de Walter Benjamin, hasta “Aportes para una historia de la música”, de Raúl Minsburg), pero, fundamentalmente, trabajando sobre las propias formas de producción de sonido que el espacio propone. En las diferentes tecnologías y sus usos también hay reflexiones conceptuales y posturas.
Mientras que en una improvisada sala con una alfombra y sillones se proyectan películas de código abierto o bajo licencias Creative Commons como “RiP!: A Remix Manifesto” (“Revolution OS” y “Steal This Film” siguen en la lista de reproducción), dice Matías:
Todo el espacio tiene la lógica de remixar el sonido, de reciclar, lo cual plantea dos cosas: por un lado, lo de reciclar en general como lógica, y por otro, el debate (más conceptual) sobre el cuestionamiento del derecho de autor, quién es el autor, qué es la música, qué se está componiendo, de qué forma, Si agarrás un sonido de un golpe y lo estirás, y ya no se reconoce el sonido original, si lo proceso de tal forma que ya la fuente es imposible de escuchar, ¿dónde está el autor? ¿qué es música y qué no lo es?”.
Cae la tarde y más personas se suman al espacio. Los ocupas se multiplican. Algunos se presentan como trabajadores del área educativa de la CNB; están armando, sobre otra pared, una historia de la música electroacústica. Línea de tiempo, tiempo mutante. Otros, vienen con cables, cuadernos y elementos raros; toman la mesa de trabajo y el auditorio. ¿Qué hacen acá? “Venimos a hacer un taller de ruidismo acústico con Alan Courtis”, dice una chica; “nosotros estamos construyendo sintetizadores con Manuel Osorio”, dicen otros dos visitantes. Maga, también trabajadora de la CNB y parte del “squad” del tercer piso dibuja, en una de las paredes, el circuito de un sintetizador para que cualquiera que se acerque pueda animarse a construir su dispositivo. Mañana, dicen, vendrán músicos y desarrolladores tecnológicos para experimentar con códigos y ruidos. Los espacios del tercer piso se pueblan de sonidos acústicos y electrónicos, de voces y de comunidades.

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