martes, septiembre 22, 2009

Felicidades artistas celebremos el arte


EL día 21 de Septiembre se festeja el día del estudiante, el día de la primavera y el DÍA DEL ARTISTA PLASTICO por una simple razón, todas estas fechas representan un festejo a la creatividad, el desarrollo y la innovación.La institución del Día del Estudiante en coincidencia con el Día de la Primavera y el Día del Artista Plástico no es un mero capricho del destino ni del azar, sino una justificada unificación de fechas con un mismo marco: la celebración por la renovación y la creatividad, de la naturaleza y del espíritu humano.Y como no podía ser de otro modo, en este día la juventud es protagonista con actividades de todo tipo, en su mayoría al aire libre como guiño de complicidad con la estación que se inicia.Detrás de las celebraciones y el jolgorio, sin embargo, subyace una cuestión más profunda que no debe perderse de vista: la renovación de un compromiso, de una responsabilidad asumida con uno mismo, con el país y con las generaciones venideras, en tanto y en cuanto el estudiante representa, desde su propia concepción y por sus objetivos y razón de ser, el futuro del pueblo que lo está educando.En su día, que las celebraciones del presente no tapen el compromiso con el futuroFeliz día a todos!! Muchos de los que entrábamos a Bellas Artes hace casi cuarenta años lo hacíamos con la intención de estudiar arte o, especialmente, dibujo y pintura, y no tanto con el deseo de convertirnos en artistas, aunque en nuestra vocación hubiera ya algo de ese espejismo, alentado por profesores que, de buena fe, se mostraban más cercanos a concepciones tradicionales que a algún abordaje más materialista.Hoy, en plena época de revisión y trastocamiento absoluto de todos los estatutos del arte, la categoría de "artista", no obstante, permanece allí, incólume, disimulada o indisimuladamente solemne aun en el contexto de la mayor secularidad, con su carga de trascendencia. Todavía, quienes creen saberse no artistas contemplan a los que sí presuntamente lo son con explícita o tímida reverencia, e incluso habrá quien -en su rol de especialista o teórico entrenado en el más puro recelo frente a toda concepción decimonónica de la palabra, refractario a ideas popularmente tan arraigadas como las de genio, artista torturado o creador excéntrico, liberado de la fascinación de la expresividad, la subjetividad o la iluminación- crea detectar en el artista una esencia singular, una plusvalía que exceda la mera definición técnica o sociológica.A la vez, además de pobres e inmigrantes perseguidos, lo que más parece haber crecido en el Producto Bruto Mundial no son tanto las obras de arte sino los artistas, probablemente debido a las extraordinarias facilidades tecnológicas al alcance de cualquiera y, consecuentemente, a la multiplicación exponencial de instancias críticas y fenómenos que legitiman todo tipo de experimentos con nuevas normas de institucionalidad y legibilidad estética. Y además porque los artistas, verdaderos o falsos, han asumido con notable ductilidad mediática la necesidad de disimular el oropel. No basta con ser artista, también hay que no parecerlo.Los que siempre han pensado que, en cualquier momento de la historia, ser artista es, apenas, o nada menos que un oficio, algo tan anónimo y específico como ser tornero o buzo táctico, perciben que esta conciliación equiparadora de la experiencia que propone, o evoca, una suerte de generalizada artisticidad democrática es un esfuerzo inútil, un acto anacrónico. Hoy por hoy, el mundo y el arte se parecen cada vez más, y en consecuencia ya casi no habría por qué insistir en limar la diferencia entre artistas y "civiles".Sin embargo, como ya se dijo, la noción de jerarquía artística persiste, y ser artista también es actuar como artista. Y no meramente ante las exigencias de la escena pública, donde muchas veces la construcción del artista-personaje es más importante que la obra, cuando no la obra misma, sino en el ámbito del estudio; allí, el espejo puede eventualmente devolvernos nuestra propia imagen de artista-simulacro. Pero un buen día eso se cae y, en forma fugaz, vemos el rostro desnudo de nuestra capacidad "artística", para quien quiera llamarla así; una repentina crisis de conciencia entre la pretensión y las limitaciones, entre la aptitud constructiva y la impotencia y la mudez.Se trata apenas de un instante desinteresado en medio de una práctica que puede ser significativa o inmediatamente prosaica, donde los materiales y las ocurrencias, las herramientas y los proyectos dejan en ridículo todo rótulo social o proyección imaginaria que se traduzca en términos de carrera, mercado o reconocimiento, y donde ser artista es cualquier cosa menos eso que creíamos que era.

Autor: Eduardo Stupía
Publicado por Museo de Artistas en 20:46

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